Además de increíbles tejedoras, las arañas son pieza importante en la supervivencia de algunos sistemas agrícolas: UNAM

La evolución de la especie humana y su desarrollo cultural ha modificado los ecosistemas naturales. Además, el paso del Homo sapiens: de cazador nómada a domesticador y trabajador de la tierra, dio como resultado la transformación de los bosques y la aparición de un nuevo tipo de paisaje en el que dominan los cultivos de pocas especies de plantas (monocultivos) y la presencia de animales domésticos. Estos nuevos ecosistemas, también conocidos como agroecosistemas, a menudo entran en conflicto con la conservación de los bosques y de los recursos naturales, lo cual genera desequilibrios ecológicos debido a la implementación de prácticas de manejo poco sustentables como el uso excesivo de productos agroquímicos, los cuales tienen efectos nocivos para la salud humana.
Como contrapartida al manejo tradicional de los agroecosistemas, el control biológico conservativo surge como una estrategia basada en el aprovechamiento de los enemigos naturales autóctonos (propios del ecosistema) de un determinado cultivo para mantener las plagas al margen. Dentro de los depredadores nativos que podemos encontrar en una amplia variedad de sistemas agrícolas, las arañas son uno de los grupos más abundantes y diversos. Su presencia en los agroecosistemas puede traer beneficios a los productores debido a que estas tienen la capacidad de disminuir las poblaciones de insectos consumidores de las hojas, las flores y los tallos de los cultivos (conocidos como insectos herbívoros o fitófagos), lo cual reduce el daño a las plantas e incrementa la productividad de los sistemas agrícolas.
En relación con lo anterior, estudios recientes en América Latina demuestran que los agroquímicos pueden modificar las propiedades fisicoquímicas de la seda que producen las arañas (Benamú et al., 2017b) y la construcción de sus telarañas (Benamú et al., 2010). Adicionalmente, otros estudios realizados en esta misma región indican que los agroquímicos como el glifosato (un agroquímico de uso común) pueden reducir la capacidad y la efectividad de las arañas para consumir presas en un determinado tiempo debido a que genera un efecto irritante en ellas (Lacava et al., 2021).
Además, si calculáramos el costo monetario del papel que cumplen las arañas como depredadores en los ecosistemas terrestres, sería evidente el impacto negativo para los humanos. Por ejemplo, en el año de 1994 se estimó que el servicio de control biológico que prestaron ciertos depredadores claves, como las arañas, en los agroecosistemas, fue de más de 33 mil millones de dólares por año (Costanza et al., 1997). Debido a esto, es realmente difícil pensar en reemplazar la labor que desempeñan estos organismos depredadores con métodos de control no biológicos.
Otro aspecto de suma importancia para la conservación de la diversidad de las arañas en los agroecosistemas está relacionado con la forma en cómo los agricultores pueden favorecer la variedad vegetal dentro y alrededor de los cultivos. Por ejemplo, pueden mantener una mayor diversidad vegetal dentro y alrededor de los cultivos para generar más sitios que puedan ser colonizados por las arañas y como consecuencia, incrementar su número de especies e individuos. Esta diversidad vegetal se puede lograr a través de policultivos, los cuales son sistemas que producen simultáneamente cultivos de diferentes productos en una misma zona, un ejemplo de esto son las milpas, los cafetales y cacaotales de sombra; o también, esto se puede lograr si se mantienen remanentes de vegetación nativa aledaños a los cultivos que permitan el movimiento entre ambientes, tanto de las poblaciones de arañas, como de otras especies de las cuales se alimentan.
México se caracteriza por ser uno de los principales productores de diversos cultivos como lo son, el maíz, el aguacate, el café y el chile. No obstante, uno de los mayores problemas, en varios de estos sistemas agrícolas, son las enormes pérdidas económicas provocadas por plagas, en su mayoría por invertebrados, como moscas, larvas de escarabajos y mariposas (por ejemplo, el cogollero del maíz Spodoptera frugiperda, una de las plagas más importantes del continente americano). El control natural de los organismos plaga siempre se ha visto como una alternativa más amigable que el uso desmedido de insecticidas. Sin embargo, debido al poco conocimiento de la ecología y del comportamiento de los depredadores naturales, como las arañas, el control biológico realizado por los depredadores nativos es una alternativa, hasta ahora, poco explorada en el país.
Los estudios de arañas en los cultivos de México son escasos, y en su mayoría se enfocan a realizar un inventario de las especies presentes en los cultivos como el café y el cacao (ver Pinkus-Rendón et al., 2006). Muy pocas investigaciones son las que se centran en demostrar el papel de los cultivos orgánicos para la conservación de las arañas. Por lo anterior, el conocimiento y el estudio sobre el papel que desempeñan las arañas en los agroecosistemas de México aún es insuficiente, por lo que exhortamos a la comunidad científica y a futuras generaciones al estudio de estos importantes depredadores. Creemos que, con el conocimiento adecuado de la biología y del comportamiento de las arañas, se logrará consolidar estrategias de manejo que contribuyan a mitigar los daños causados por plagas en los cultivos y se ayudará a reducir la necesidad de usar agroquímicos sin afectar la economía de los agricultores mexicanos, mientras que al mismo tiempo se conservan las comunidades naturales de artrópodos que forman parte importante del equilibrio ecológico.
Fuente: Enfoque Noticias